domingo, 24 de octubre de 2010

La muerte del amor






Dice una fábula que bajamos de Internet:


Érase una vez, el Odio, que convocó a los sentimientos y los deseos más perversos de este mundo, diciéndoles: Los he reunido porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien.
Los asistentes extrañados, pues es sabido que el Odio siempre quiere matar a alguien, se preguntaban:¿quién sería tan difícil de matar, que requiere la ayuda de los demás?
- Quiero que maten al Amor, exclamó el Odio.
El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: en un año, provocaré tal discordia, que el amor no lo soportará y morirá.
Al cabo del año el Mal Carácter admitió que a pesar de todos los intentos había fracasado.
La Ambición le siguió, haciendo uso de todas sus artimañas, pero también sucumbió a la empresa.
El Odio, furioso, envió a los Celos, que lastimaron al Amor con dudas y sospechas infundadas, pero el Amor lloró y con valentía se impuso a ellos.
Año tras año, el Odio envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y tantos otros, que sin embargo no pudieron doblegar la fortaleza del Amor.

El Odio desesperado admitía la invencibilidad del Amor, cuando de repente emergió del fondo del salón, un sentimiento poco conocido, de aspecto lúgubre como la muerte, quien dirigiéndose a todos dijo: "Yo mataré al Amor".
En efecto, tras un tiempo, el Odio comunicó a todos los asistentes que el AMOR HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos y le preguntaron: ¿Cómo en tan poco tiempo fuiste capaz de doblegarlo?, ¿Quién eres?.
El sentimiento, dejó ver por primera vez su horrible rostro y dijo:
SOY LA RUTINA.

Queridos amigos:



Continuando con nuestra sección "Del amor", os dejamos algunas reflexiones y una canción, que tratan de la muerte del amor, si ello es posible...


Eros y Thánatos, Amor y Muerte. ¿Dos fuerzas antagónicas o al contrario dos facetas que forman parte del mismo deseo?
En el ámbito de la Psicología y la Psiquiatría, Sabine Spielrein y sobre todo Sigmund Freud contrapusieron, al instinto de vida, el impulso o instinto de muerte (Todestrieb). Sin embargo, filósofos como Hegel y Heidegger concibieron la muerte como parte esencial de la vida.
Thánatos representa la muerte dulce, no la muerte violenta, que es dominio de sus hermanas, Las Keres.
Para Homero y Hesíodo, Thánatos al igual que su hermano gemelo Hipnos (el Sueño), descienden de la Noche (Nix). La noche, por tanto, alumbra a la muerte y al sueño, la noche es a la vez un dulce sueño y una muerte dulce. En la noche se sueña, se muere un poco y también se ama.
Como dice Otto Dörr, Thánatos no significa destrucción ni tampoco es la fuente de todas nuestras desgracias, sino que es parte esencial de la vida misma. Como nos enseña la etimología, thánatos tiene el mismo origen que thalamon (el tálamo nupcial), el lugar de la casa donde habita la esposa: quizás el más oscuro, pero también el más central (oscuridad y amor). La vida es el camino desde y hacia ese centro.

En este sentido, el amor, lo que entendemos por pasión, por "enamoramiento", puede tener una muerte violenta, o por el contario, una "dulce muerte", cuando progresivamente se va transformando en una pléyade de sentimientos más profundos y duraderos: cariño, respeto, complicidad, tolerancia, fidelidad...

Y cuando, a través de todos los salvajes orgasmos del 
amor, 
se forma lentamente una gema en las antiguas rocas, 
una vez más fundidas, 
de dos corazones humanos, un corazón de hombre y 
uno de mujer, 
ella es el cristal de la paz, la lenta y dura gema de la 
confianza, 
el zafiro de la fidelidad, 
la gema de mutua paz que surge del salvaje caos del 
amor.

D.H. Lawrence.

Como nos menciona, nuestra querida amiga Adoyma en uno de sus comentarios:
"El amor, ayyys el amor. El amor no es lo que nos deja fuera de nosotros, es el enamoramiento, y el enamoramiento sólo es un estado de idiotez transitoria, pero el amor es un abrazo diario, una mirada de soslayo, una caricia en el pelo, unos labios entreabiertos, una sonrisa en la noche..."

A lo que le contestábamos:
"Decía Groucho Marx que el verdadero amor sólo aparece cuando se han apagado las llamaradas de la pasión y quedan solamente las ascuas. Luego, claro, cada cual debe arrimar el ascua a su sardina (sin doble sentido) para intentar mantenerlo vivo. Pero periódicamente, una caricia en el pelo, unos labios entreabiertos, una sonrisa en la noche, avivan las ascuas y nos devuelven a ese maravilloso estado de idiotez transitoria". 



Efectivamente, el amor es un largo camino que comienza con un incendio y se convierte en brasas que hay que mantener y avivar, al que como bien dice la fábula, puede matar la rutina.
Por eso, es cierto que debemos alimentar continuamente el amor con novedad, sonrisas, caricias, buen humor y tantas otras cosas. Es evidente que el amor precisa de una "dosis de mantenimiento".

Como afirma nuestro compañero F. Martínez Pardo, en nuestra actuación "Amor, Desamor y Relaciones Patológicas":

Éste es el verdadero amor. Sus partes integrantes son la paciencia, el perdón, la comprensión mutua y una larga tolerancia hacia los defectos ajenos. Pero lo más importante son las ganas de hacer cosas que produzcan alegría en la otra persona, el d. d. a. (el deseo de agradar). Este tipo de amor trabajo, amor - deber, amor - ética no lo tiene entre sus esquemas la pareja actual. Nadie les ha dicho esto, no se educa en estas actitudes hoy en día y así, pasa lo que pasa...

Hoy os dejamos una canción de D. Armando Manzanero, un bolero que habla de amor, del fin del amor. ¡Que la disfrutéis! Un abrazo para todos.

Joaquín Nieto Munuera, Julián Oñate Gómez.


NO. (Armando Manzanero. México, 1966)

No, porque tus errores me tienen cansado
porque en nuestra vida ya todo ha pasado
porque no me has dado ni un poco de ti

No porque con tus besos no encuentro dulzura
porque tus reproches me dan amargura
porque no sentimos lo mismo que ayer

No, porque ya no extraño, como antes tu ausencia
porque ya disfruto, aún sin tu presencia
ya no queda esencia, del amor de ayer

No, aunque me juraras, que mucho has cambiado
para mí lo nuestro, ya está terminado
no me pidas nunca, que vuelva jamás







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