Señoras y Señores:
Mis adláteres me han encomendado el afán que se me antoja más entrañable. Me honran con ello. Se trata de narrarles a ustedes una fábula titulada “Ritmo Rancio”.
Érase una vez unas guitarras abandonadas en unos corazones que latían al compás de una zamba o de un bolero, unas guitarras calladas o tal vez silenciadas por el tiempo. De repente, la tierra en su discurrir continuo las sorprendió con su quimera repleta de anhelos y fantasías....
Y así cobraron voz, con la misma cadencia que nos acompaña en las desatenciones que la vida nos otorga, y que procura a veces, el prodigio de la coincidencia;de ella brotó la amistad. Estos son los andamiajes sobre los que hemos asentado estos diecisiete años de rancia lealtad, devoto ritmo y momentos sublimes. Es como si las musas se hubiesen aliado con nosotros, agraciándonos con su bendición en un abrazo renovado.
Esta historia se alumbra en una espléndida tarde de invierno en el Verdolay, entre los pinos de nuestro amado Mediterráneo y un febrero que se dejaba querer. Nadie lo sospechaba. Las guitarras comenzaron a vibrar y los cantores olvidaron el silencio. Un hechizo los embriagó hasta concertarles la cita más ansiada. Sus intenciones, por entonces, no se me alcanza el cómo meditar acerca de ellas, impensadamente habían hallado sus pasiones musicales más recónditas. Todos los componentes del grupo habían cursado estudios en la Universidad, siendo un poco "goliardos "y, todos habían propuesto a sus respectivos padres ser músicos. Sin embargo, el buen criterio de los mismos, les procuró la condición de aficionados.
Así pues, ustedes, se encuentran ante un grupo de apasionados con una gran inclinación hacia la música. Es por ello, que el privilegio que nos honra, es cantar para ustedes, esas canciones construidas y ensambladas a base de rica conversación, jocosas ocurrencias, un buen café y a qué negarlo también un buen cigarro puro.
Me parece que por todo lo dicho y sin pretender abusar de la fortuna de su compañía, debo confesar que Ritmo Rancio es una mezcolanza henchida de una buena dosis de contento, sentido del humor y aunque pueda parecer paradójico un gran respeto por la música de los consagrados, a los que rescatamos con el mimo del asombro. No obstante, y siendo fiel a la verdad, también nos hemos atrevido a componer música propia, que nos ha llenado de gozo sin pretender por ello dar la imagen de una falsa modestia. Amamos nuestras canciones, como los comediantes se enamoran de sus personajes.
Asimismo, padecemos la dependencia que existía entre los trovadores y las gentes que atentamente los escuchaban. Esta costumbre inveterada forma parte de la esencia de los ritmos que al hacerse rancios rezuman elixires de eterna juventud. Sería una pretensión, tal vez atrevida, pero atrevidos somos, el permitirnos hoy aquí, sentirnos todos un poco ritmo y por qué no, también un poco rancios, es decir llenos de vida.
Esta es nuestra historia.
Joaquín Nieto Munuera