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Guido Karpasián era un escritor tan bueno que un día decidió plagiarse a sí mismo. Sabía que era la forma más fácil de tener éxito, con el mínimo esfuerzo y sin las engorrosas demandas que suelen derivarse de estos casos. Así que escogió uno de sus textos menos conocidos, de cuando era un principiante, y lo publicó sin escrúpulos, sin cambiar una sola coma. La crítica se deshizo en elogios al día siguiente, pero a Karpasián le pesó la conciencia y, tras tortuosas cavilaciones, decidió demandarse por plagio. Contrató al mejor abogado que pudo encontrar para un proceso judicial inaudito. Las audiencias duraron semanas y después de escucharse todos los argumentos, acorralado, Karpasián se declaró culpable. Nunca más volvió a escribir una sola letra (1).
Unos lo llaman inspiración. Otros, simplemente, copia. La línea que separa ambas es tan fina que son muchos los artistas que la han cruzado. El plagio es algo que ha pasado a lo largo de la historia y que seguirá pasando (2).
El plagio ha estado durante mucho tiempo muy mal visto en el mundo de la cultura. Sin embargo, al mito del plagio, como le sucede a la mayoría de los mitos, se le puede dar fácilmente la vuelta. Antes de la Ilustración, el plagio estaba bien visto. Era útil en tanto que contribuía a la distribución de las ideas. El verdadero valor de dicha actividad no radicaba tanto en reforzar la estética clásica como en hacer llegar una obra a áreas a las que de otra forma no habría llegado (3).
Velázquez para su célebre cuadro de Las Hilanderas se sirvió de unas estampas con las sibilas de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel Buonarotti acusó de plagio a su eterno rival Rafael de Sanzio. En el siglo XVIII, los dos grandes retratistas ingleses del momento, Joshua Raynolds y Thomas Gainsborough, fueron acusados de plagiarse mutuamente (4).
Madonna, Luis Miguel, Beyoncé, entre otros, fueron declarados culpables por haber plagiado canciones (5).
La obra de plagiarios como Chaucer, Shakespeare, Spenser, Sterne, Coleridge y De Quincey son parte fundamental del patrimonio cultural inglés y permanecen en el canon literario hasta nuestros días (6).
Las ideas mejoran. El significado de las palabras participa de esta mejora. El plagio es necesario. El progreso lo requiere. El plagio abraza la frase de un autor, utiliza sus expresiones, borra una falsa idea y la sustituye por otra correcta.
El presente nos exige pensar y reconsiderar la idea del plagio. Su función ha sido demasiado tiempo devaluada por una ideología que apenas tenía lugar en la tecnocultura. Dejemos que permanezcan los conceptos románticos de originalidad, genialidad y autoría, pero como elementos sin privilegios especiales sobre otros aspectos igualmente útiles para la producción cultural (7).
Una nueva forma de entender la propiedad intelectual el copyleft, se ha traducido en tipo de contrato de propiedad intelectual inédito en el mundo jurídico. Frente al imperio del copyright © y de su correlato la marca registrada ®, aquellos artistas y ceadores que han escogido estos nuevos tipos de "licencias", permiten la reproducción, la difusión o incluso la utilización de sus obras, cuando no se utilicen con ánimo de lucro y siempre que se cite el origen de los fragmentos u obras utilizados (8).
Queridos amigos:
El tema da mucho de sí (y poco de fa) y hemos pensado que sería una buena forma de provocar vuestros comentarios a favor o en contra, (e incluso copiados de otros, naturalmente), para buscar un punto intermedio entre los piratas de parche en el ojo (ajeno) y las persecuciones de la SGAE (santo oficio el de sus inspectores), en conciertos benéficos y fiestas parroquiales; entre los que fusilan descaradamente el trabajo ajeno (algunos, no lo olvidemos, catedráticos e investigadores de renombre), y el nihilismo absoluto, crear algo partiendo de la nada, algo que, seamos sinceros, no hace “ni dios”.
Porque, si lo pensamos bien, ni Dios fue un “Creador” original. A Adán lo hizo “a su imagen y semejanza”; una copia y además de escasa calidad, vistos los resultados. Y sin superpoderes. Y para crear a Eva, utilizó probablemente técnicas de clonación o de implante de células madre (la famosa costilla contenía médula ósea, rica en ellas). En cualquier caso, otro “cortaypega”, a fin de cuentas, algo “cortó” y algo “pegó”, (primera operación de cambio de sexo).
Dicen que los contadores de chistes viven de la mala memoria del público, y probablemente los compositores, escritores, etc, vivan (¿vivamos?), de una memoria harto permisiva a la que solemos llamar inspiración.
No olvidemos que Johan Sebastián Mastropiero, debe su copiosa, perdón, su “copiada” producción musical al compositor Günter Fragen (Les Luthiers).
Y como siempre se puede rizar el rizo, el tema musical que os traemos hoy, Aurora, se podría catalogar como “replagio”. Según cuentan las crónicas, Manuel Corona, prolífico compositor cubano que vivió en la pobreza y cuyos derechos de autor cobraron otros que se atribuyeron sus canciones, copió la letra de este bolero de un vals de Carlos Gardel, quien la tomó a su vez de un soneto del poeta peruano Federico Barreto (1926), el cual, probablemente…
La canción, nos introduce en el tema del amor vengativo, que hoy añadimos al apartado de la psicopatología del amor, de nuestra Sección de Apuntes Psicopatológicos.
De todos los momentos de la relación amorosa: cortejo, encuentro, exaltación, atenuación y ruptura, es sin duda, éste último el que refleja un mayor torbellino de pasiones.
Jesús Ferrero en su ensayo titulado: “Las experiencias del deseo. Eros y Misos”, nos habla del amor, pero también del odio, como fuerzas inherentes al deseo.
Las experiencias derivados del odio al otro (la venganza, el rencor), serán consideradas como hijas de las fuerzas de atracción y repulsión del deseo y conformarán toda una pléyade de afectos siempre contradictorios.
Eros y Misos, amor y odio entrelazados en la traición, en la venganza. El tema constituye un clásico en la lírica occidental: la “perfidia amoris”. En la elegía amorosa latina se expresa esta temática, como una forma de perversión del amor verdadero. La amada infiel, culpable siempre y el poeta abandonado, que loa la semblanza de la mujer, tras toda una retahíla de recriminaciones. La tradición literaria posterior a los poetas latinos, desarrolla y acrecienta esta temática de infamia y de pesar, que llega hasta nuestros días y trasciende hasta la música, tal y como expresa el bolero que Ritmo Rancio os dedica hoy con el cariño habitual.
Julián Oñate Gómez, Joaquín Nieto Munuera.
Julián Oñate Gómez, Joaquín Nieto Munuera.
Referencias de textos plagiados:
1.- Allendegui. Las anacrónicas electrónicas. www.allendegui.com
2,4.- Rosario Fernández. El plagio. Un arte que nunca muere. www.expansion.com
3,6,7.- Capítulo 5 del libro The Electronic Disturbance del Critical Art Ensamble. http://serbal.pntic.mec.es
5.- Los copiones en la música. http:// peru21.pe Dom 19 sept
8.- Kevin Perromat. Cristina quintana Déniz. www.elplagio.com
1.- Allendegui. Las anacrónicas electrónicas. www.allendegui.com
2,4.- Rosario Fernández. El plagio. Un arte que nunca muere. www.expansion.com
3,6,7.- Capítulo 5 del libro The Electronic Disturbance del Critical Art Ensamble. http://serbal.pntic.mec.es
5.- Los copiones en la música. http:// peru21.pe Dom 19 sept
8.- Kevin Perromat. Cristina quintana Déniz. www.elplagio.com
AURORA. (Manuel Corona. Cuba, 1910)
Ay Aurora, me has echado al abandono,
yo que tanto, y que tanto te he querido.
Con tu negra traición me has engañado,
y en el fondo del alma me has herido
Has tratado de engañar el alma mía,
Oh! Gran Dios, castígala con mano fiera.
Que sufra mucho, pero que no muera.
Ay, Aurora, yo te quiero todavía.