sábado, 30 de enero de 2010

El amor tardío: Expediente X



Hay quienes piensan que en la tercera edad ya no existen amores apasionados ni relaciones sexuales. Los mayores sabemos que tenemos que disimularlos porque los ancianos enamorados apasionadamente o practicando sexo están mal vistos, producen mofa cuando no repugnancia o indignación. Vean sino la que le montaron hace poco a nuestra Duquesa de Alba o hace siglos a Goethe, el gran escritor, político y científico que a los 74 años se enamoró perdidamente de una joven de diecinueve.

El refranero español lo tiene claro: “ vejez con amor, no hay cosa peor”; “ Viejo con moza, mal retoza”; “Vejez enamorada, chochera declarada”; “El viejo verde sólo en la sepultura lo pierde”.

Así y todo, muchas personas ancianas están secretamente enamoradas de sus médicos, de sus enfermeras, de ese vecino del quinto tan amable o de la ecuatoriana que los pasea por las mañanas. Pero lo disimulan porque en la madurez, conforme se van atemperando las pasiones se produce un cambio sustancial: el lugar donde se manifiesta el deseo emigra desde la región pélvica hasta el espacio ocular: el deseo se apodera de la mirada.

Cuando jóvenes y cuando adultos teníamos una relación dialéctica entre el que mira y lo que es mirado. “Cuando miras, el vacío también te mira” decía Nietzsche. “Es mediante mi mirada como me ves y como te veo” afirma en un poema nuestro Ibn Arabi y Sartre decía: “El ojo no es ojo porque lo miras, es ojo porque te ve”.

Pero en la madurez conforme los mayores aumentan la intensidad con la que miran, desaparecen para los ojos del mirado. Lo comentaba Marañón paseando con un amigo mayor al observar a unas jóvenes: “El problema no es que no nos miren,es que no nos ven”.

Algunos mayores, incautos, intentan luchar contra ese proceso de invisibilidad a costa de acentuar el teñido de su pelo, los colores de su ropa, se estiran la piel en cirugía plástica y en ocasiones no se hacen visibles sino risibles.

Y sin embargo el mundo exterior se va llenando de contenidos, se va poblando de criaturas misteriosas, de curiosos mutantes que antes permanecían ocultos y que mediante oscuros poderes, consiguen vernos sin necesidad de mirarnos.

Sobre esta epifanía, esta maravillosa revelación trata el siguiente tema de Ritmo Rancio: Expediente X

Francisco Martínez Pardo, Luis López Sánchez 







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