viernes, 11 de junio de 2010

Agustín Lara: El Flaco de Oro.


“Sólo quien sufre como un vendedor de enciclopedias tiene derecho a sentir un bolero”. 
(Víctor Hurtado: Agustín Lara, el Dandy Jarocho).

Agustín Lara, no inventó el bolero porque cuando nació ya lo había inventado el cubano Pepe Sánchez (Tristezas, 1885), pero le dio dimensión universal al unirlo a su leyenda, que tuvo una difusión en prensa, radio, TV, cine, etc., inimaginable en su época.

Bautizado como Ángel Agustín Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón Lara y Aguirre del Pozo (el cura sufrió un desmayo por hipoxia mientras pronunciaba el nombre), nació el 30 de octubre de 1900 y su patronímico ya parecía presagiar que no sería un mortal discreto. Y no lo fue, ni discreto en absoluto, ni mortal, pues sus composiciones, que seguirán tarareándose siempre (hasta la eternidad te seguirá mi amor, decía en su canción “Palabras de Mujer”), le confieren la inmortalidad.

Poco querido por su padre (médico militar), que se avergonzaba de él, tanto por su constitución enclenque como por su carácter indisciplinado, pasó algún tiempo bajo la tutela de su tía Remedios que despertó sus inclinaciones musicales, siendo el armonio del orfanato que ella dirigía, su primer instrumento. Luego recibiría algunas lecciones de piano, aunque El Flaco Agustín, no fue nunca aplicado a la hora de sus estudios musicales y contempló siempre a la música desde la inspiración y la improvisación. : “A este niño no se le puede enseñar a tocar el piano… porque ya sabe hacerlo”, decía uno de sus profesores, y él mismo presumía de que: “Nací sabiendo tocar el piano”. Prácticamente será siempre un músico de oído. ¡Pero qué oído!

Agustín, estaba dotado de un talento innato para la composición musical (El Señor de los Señores me otorgó la divina gracia de la musicalidad…). De su facilidad para componer da buena muestra el testimonio de su primera esposa Angelina Bruschetta: "No teníamos siquiera papel para escribir, y en una tapa de caja de zapatos empezó a escribir Mujer, pero con un procedimiento muy curioso: con la mano izquierda hacía como que tocaba el piano, con la derecha escribía la letra y con los pies llevaba el ritmo”.

Lara aprovechó con creces esa “divina gracia” componiendo más de 500 canciones de los más diversos ritmos musicales, canciones líricas, sones cubanos, valses, pasodobles, fox-trot, danzones y guarachas, bambas y guajiras, jotas y chotis, tangos y jazz, pero sobre todo… maravillosos boleros.
A éstos aplicó una vena lírica que en muchas ocasiones traspasó los límites del encendido romanticismo (“Quisiera el sortilegio de tus negros ojazos y el nudo de tus brazos, Señora Tentación”), para adentrarse en el territorio de la flagrante cursilería (“Mujer alabastrina, tienes vibración de sonatina pasional"), de la que, lejos de renegar, se proclamaba orgulloso defensor: “Soy ridículamente cursi y me encanta serlo. Cualquiera que es romántico tiene un fino sentido de lo cursi y no desecharlo es una posición de inteligencia. Vibro con lo que es tenso y si mi emoción no la puedo traducir más que en el barroco lenguaje de lo cursi, de ello no me avergüenzo”.

Lo cierto es que su inspiración romántica nos dejó canciones inolvidables que son parte de la historia de la música moderna: Solamente una Vez, Noche de Ronda, Palabras de Mujer, Amor de mis Amores, Piensa en Mí, María Bonita, Humo en los ojos, Mujer…

…Mujer…, mujeres… Poseía Agustín Lara un enorme magnetismo para las mujeres a pesar de su aspecto nada agraciado (también se le apodó “EL Feo”). “No sé qué sombra de misterio lo rodeaba y lo hacía atractivo al elemento femenino, tal vez su palabra fácil y acariciante o su mirada triste y angustiada", comentaba Angelina Bruschetta. Se casó seis veces y su lista de amantes fue interminable. Su mayor trofeo (así lo consideraba) fue la actriz mexicana María Félix, una de las mujeres más bellas de su tiempo. (“Es tan bella que hasta duele”, escribió Jean Cocteau).

Agustín Lara y María Félix

Pues sí, un conquistador canijo y feo, (“Todos los hombres más feos conquistan las hembras más guapas, Agustín Lara y un tal Sinatra…” decía en su chotís “El Feo”). Fealdad acentuada por una cicatriz que le atravesaba la cara, consecuencia de una relación despechada, de la época en la que se ganaba la vida como pianista de locales “de mala nota” o “de disipación nocturna”, eufemismos con los que se denominaba a los burdeles y cabarets en los que Agustín se dio a conocer y en los que fue “protegido” de tantas “mujeres de la vida”. Mujeres a las que dedicó un ramillete de sus canciones con títulos nada dudosos (Aventurera, Perdida, Te vendes, Una cualquiera, Señora Tentación, Pervertida, Cortesana, Pecadora…) que fueron muchas veces censuradas por glorificar la marginalizada imagen de las prostitutas y de las “mujeres fatales”.

Agustín Lara en el cabaret "Salambó"

De estas “canciones malditas” les dejamos hoy, como homenaje al maestro, “Pecadora”, en versión de Ritmo Rancio (es tomada de un directo y el sonido no es muy bueno), precedida de un fragmento de uno de sus mejores boleros “Humo en los Ojos” que pone a prueba la voz de nuestro solista Luis López.

"Pecadora", cartel. Agustín Lara, actor.

Y para acabar a tono, dejamos al Flaco con una despedida cursi, como su universo, que le dedica Dionisio Rodríguez en el Blog “Babab”:

“Dejémoslo en ese limbo cursi en el que siempre quiso estar y acerquemos nuestros sentimientos a este último romántico intempestivo y “demodé” que nos visitó e hizo faro de su vida una estela de música y palabras”. 

Julián Oñate Gómez










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