sábado, 17 de julio de 2010

A la recherche du temps d´été


Queridos amigos: ¡Ha comenzado el verano!

Inmersos en la canícula veraniega, mas todavía laborando, pareciese que aún no hubiera llegado el veranum tempus en su plenitud y sin embargo, en él estamos. Así es, el verano meteorológico comenzó marcado por el solsticio del día 21 de Junio, y también el escolar, las tan “ansiadas” y esperadas vacaciones de verano…
 
Tiempo estival, alegría, despertar de los sentidos…Dejar atrás la rutina del invierno y sumergirse sin pausa en una dimensión nueva, en un tiempo de cambios.

No obstante, en el mundo de los adultos la palabra “verano”, es tan sólo un espejismo de aquellos días del pasado. Quedan atrás los recuerdos infantiles evocando la noche de San Juan, las fogatas, los “mixtos de trueno”, el fuego purificador de las hogueras, en donde ardían los trastos viejos, toda una renovación que dejaba atrás el frío invierno, para dar la bienvenida al largo y cálido verano, al estío…

El estío, ese vocablo en desuso, que proviene de æstivum tempus . La base etimológica es æstus, us: “calor ardiente, agitación del mar, vehemencia de pasiones”.

Sin duda, el verano de los recuerdos, se vivía “apasionadamente”, como un instante atrapado en un “tiempo sin tiempo”, en un tempus de aromas intensos a jazmines y a galanes de noche, a canto de cigarras y arrullo de grillos, toda una sinfonía espléndida, que con suave cadencia y dulce monotonía, ayudaba a conciliar el sueño, de los días y sus noches.

La época estival  transcurría "agitadamente": el mar, el baño, el olor a salitre y rocas, las tardes de excursiones y meriendas, las puestas de sol,  las bicicletas (que sin duda, son para el verano), los juegos al atardecer, los paseos nocturnos, la complicidad de los amigos, el descubrimiento del primer amor, las películas (en el cine de verano), los días "ardientes" y las noches estrelladas…
¡La existencia al aire libre... toda una salutación a la vida en armonía con la naturaleza!

¿Tan lejos quedan aquellos días de verano?

Para los antiguos griegos los solsticios eran denominados: “las puertas”, el pórtico que se abría, para dar el paso a la siguiente estación. “La puerta de los hombres” correspondía al solsticio del verano.

Pareciese que los hombres nos hubiéramos olvidado del significado del "solsticio vernal", cerrándonos esa puerta a un tiempo de júbilo y renovación, y toda nuestra vida transcurre en la rutina de los días y los trabajos. Hemos renunciado a la autonomía y a la espontaneidad, a gozar del cualquier progreso del espíritu, para convertirnos en individuos “alienados”.

Mas un resquicio queda aún, en la puerta del verano, por donde poder evocar, las imágenes de aquellos no tan lejanos años… y asomarnos tímidamente para después empujar y vencer a los miedos y los hados, y por fin abrir la puerta de par en par…
Entramos ¡ha comenzado el verano!

Joaquín Nieto-Munuera







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