La buena literatura, al igual que los olores de la infancia, poseen una cualidad "oleaginosa", es decir, la de impregnar sutilmente nuestras almas.
Nuestra biografía se nutre de acontecimientos, de experiencias, del acúmulo de intercambios e interacciones con los demás, de las decisiones tomadas; pero también de lo que soñamos, de lo que sentimos: esa melodía, ese paisaje, aquel cuadro, aquella lectura, y de esta forma vamos creciendo, desarrollando nuestra personalidad, nuestro comportamiento típico individual.
Borges lo explica mejor:
Borges lo explica mejor:
“Si las páginas de este libro consienten algún verso
feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo
usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco
difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que
seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.”
Una de las mejores novelas del siglo pasado, “El Amor en los Tiempos del Cólera” comienza así: “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.”
El autor por excelencia del “realismo mágico”, Gabriel García Márquez nos relata en este libro, una bella historia en la que dibuja magistralmente la tenaz perseverancia de un amor que se prolonga hasta la muerte, de un amor que se aferra a la esperanza, de un amor en su origen contrariado.
Fermina Daza y Florentino Ariza, protagonizan esta ficción. Es la historia de una espera de más de cincuenta años, que es el tiempo que Fermín aguarda para ver finalmente su amor recompensado.
Y ese premio compartido por los amantes, se prorroga indefinidamente, habitando en un instante "atemporal", en un ir y venir por el curso del río…, toda un alegoría del amor eterno.
Hace unos años dio la casualidad (¿existen las casualidades?) de que varios de los miembros de Ritmo Rancio, (sin acuerdo previo), leímos el citado libro del amor en los tiempos del cólera. Conmovidos por el relato, impregnados de los aromas que exhala esa novela, comenzamos a poner por escrito impresiones en un intento de recopilar todas aquellas sensaciones que, tras su lectura, habían dejado en nosotros. Así surgió la letra de “Los ecos de tu ausencia”. Había que ponerle música, y por alguna asociación, confesable y justificada, apareció nuestra Mª Dolores Pradera, e inmediatamente, los valsitos peruanos de Chabuca Granda.
No diremos más, pero el sueño de cualquiera de nosotros, es que esta canción, acabara impregnándoles de esos aromas aludidos, aunque sólo fuera por consideración a Don Gabriel.
Luís López Sánchez, Joaquín Nieto Munuera
PS: Les dejamos la letra y el audio de nuestra canción “Los ecos de tu ausencia”. Nuestro homenaje particular a Gabriel García Márquez.
Los Ecos de tu ausencia (López- Oñate, 2003) (Arreglos: J.M. Dayas) (Ritmo Rancio)
Por debajo de la puerta deslizó
En un sobre perfumado
La promesa de un amor que no llegó
Rota en pedazos por el paso de los años
Sobre todo presentía su dolor
Al cruzarse por la calle
Y esa garra impertinente del ayer
Se iba clavando y anegándolo de sangre
Sangre nueva en la nostalgia de su edad
Y por el suelo van cayendo los jazmines
Los jazmines que en el pecho le volvían a brotar
Al mojarse con sus ojos
Mientras la noche deshacía la ciudad
El amor es un dolor que no se muere
Y no cura con los años
El pañuelo que besaste aquella vez
Seca las penas por la ausencia de tus brazos
Y te espero sabiendo que has de volver
Mientras los años van secando los jazmines
Y se empaña con su paso tu mirada de cristal
La que construyó mis sueños
Mientras la noche incendiaba la ciudad